sábado, 24 de enero de 2015

CARTA DE UN MONAGUILLO A OTRO MONAGUILLO


YO SOY UNO DE ELLOS

Carta de un monaguillo a otro monaguillo:

Me llamo Miguel, tengo 11 años y soy uno de ellos. ¿Uno de quién, te preguntarás? Pues uno más de esos millones de niños que hay en el mundo.
A lo mejor tú también eres uno de ellos… ¿te gusta jugar, divertirte y tener amigos? Pues entonces eres uno de ellos, eres un niño de la Infancia Misionera. No se lo digas a los mayores porque ellos no entienden de estas cosas. ¿Sabes cómo descubrí yo que era uno de ellos? Un día, en una convivencia con otros monaguillos y chicos de mi edad, nos contaron que había otros niños, en otros países, lejos, bastante lejos de aquí, a los que también les gustaba “hacer de monaguillos”, o “ser servidores del altar” como ellos lo llaman.
Me sorprendió mucho, nunca había pensado que en África hubiera grupos de monaguillos como nosotros.
En junio del año pasado, en el campamento de monaguillos de nuestra diócesis, nos propusieron que les escribiésemos unas cartas y les mandáramos fotos nuestras. No sabíamos qué podíamos tener en común, pues nosotros no hablamos francés ni ninguna de las lenguas que ellos hablan… ellos no tienen nuestros juguetes, ni nuestra play ¡no tienen luz eléctrica! Algunos no pueden ir al colegio porque tienen que trabajar y su comida es siempre la misma… pero pronto nos dimos cuenta que tenemos en común el mejor de los amigos: JESÚS, y que Él nos reúne cada domingo en el mejor de los banquetes ¡la Eucaristía! Así que les contamos lo que hacíamos cuando nos juntamos y les dijimos que rezaríamos por ellos.
Unos meses más tarde vino una misionera que nos trajo cartas suyas y ¡hasta fotos! Su Iglesia es muy distinta de la nuestra, celebran al aire libre porque hace mucho calor, pero también ellos se ponen sus mejores ropas el domingo (tienen un “uniforme” de monaguillos) y ayudan al sacerdote durante la misa. Ellos quedan todos los sábados para prepararse, tienen sus catequesis y ensayan la celebración del día siguiente. También quedan para jugar y “echar un partidillo” en el patio de la Iglesia ¡¡¡como nosotros en el seminario!!!
Pero también nos contaron que hay muchos otros niños que aún no conocen a Jesús, que no es como aquí, que todos, alguna vez, han oído hablar de Él. Esto nos puso muy tristes porque ¿a quién acuden cuando tienen un problema? o ¿después de haber hecho una “trastada” y mamá se ha enfadado? ¿a quién le cuentan sus secretos? Si no van a Misa los domingos ¿qué hacen? Pues resulta que en algunos lugares no hay domingos ¡vaya rollo! No saben lo que se pierden.
La misionera nos preguntó si queríamos ayudarlos. Un poco difícil eso, pensé yo, están demasiado lejos y yo no tengo dinero para viajar, además no sé si mis padres me dejarían. Entonces la misionera nos recordó que yo soy uno de ellos, y si soy como ellos (un niño) ¡le puedo comprender mejor que un adulto! Quizá yo no pueda ir allí a contarles cómo es Jesús, pero a Jesús sí que puedo contarle cómo son ellos porque yo soy uno de ellos; y puedo pedirle por ellos, porque sé lo que un niño necesita ¡lo mismo que yo! ¡¡Qué responsabilidad!!
Gracias a la misionera nos dimos cuenta de lo importante que somos los niños misioneros, y de cuánto valen nuestras oraciones. Y si además de vez en cuando renuncio a comprarme “chuches” y ahorro, luego algún mayor podrá llevarles el dinero para que ellos también puedan comprarse alguna cosa que les guste. Y así los “mayores” también hacen algo por ellos, porque para eso son mayores y digo yo que tendrán que hacer algo, no?
Este domingo 25 de enero, celebramos el día de la Infancia Misionera y todo el dinero que pude pedir en Navidades para ellos lo llevaré a la parroquia. Me gustaría poder conocer algún día a estos amigos tan lejanos, de momento tengo sus cartas y sus fotos, quién sabe si de mayor…

ALMUDENA LÓPEZ