Con el trajín del mes de octubre y todo lo que supone la organización de la campaña del Domund no he podido sentarme a escribir acerca de las experiencias vividas. Espero ir haciéndolo en las próximas semanas. Una experiencia sobre la cual reflexionar fue la vivida en la parroquia de Santa Teresa de Alcalá de Henares, en la celebración de su patrona, Santa Teresa de Jesús.
Semanas antes de la fiesta, el
párroco, don Gabriel García-Alfageme, sacó de un armario una caja polvorienta y
me la puso delante: «Hermana, este año volvemos a sacar las huchas del Domund a
la calle». Al abrir la caja volví a ver esas entrañables huchas naranjas con
las que yo misma había salido a la calle, con nueve y diez años, para pedir «un
donativo para los misioneros». Mil recuerdos se agolparon por mi memoria. ¡Con
qué ilusión salíamos de la parroquia con nuestras huchas y pegatinas! Nuestras
sonrisas y las altas expectativas que poníamos en cada petición movían los
corazones y los monederos y regresábamos a la parroquia, horas más tarde,
haciendo sonar la calderilla que llenaba nuestras huchas. Nos sentíamos
responsables de ayudar a los misioneros, es más, ¡nos sentíamos misioneros!
Debo reconocer que no estaba muy
segura de cómo iba a salir la aventura de sacar las huchas en la fiesta de
Santa Teresa, mientras la procesión recorría las calles del barrio de la
Garena. Pero, cuando terminó la jornada, tuve que reconocer que el resultado
había sido magnífico. Para empezar, la colecta recogida no estuvo nada mal,
pero es que ¿quién podía negarse a dar un donativo a esos pequeños que pedían
con tanta ilusión «para los misioneros»? Pero el éxito estuvo, sobre todo, en
el testimonio que dieron, no solo entre los que rezaban detrás de las andas de
la patrona, sino ante las familias que paseaban ajenas a nuestro cortejo, los
que tomaban su aperitivo en las terrazas de las cafeterías y la misma escolta
policial que nos abría paso, que tampoco quedó indiferente. Muchos de ellos me
confesaron que también ellos habían salido en su infancia con las inolvidables
huchas naranjas para pedir por los misioneros.
Cuando, de regreso a la Delegación,
expliqué lo vivido a nuestro delegado, el P. Arturo Otero, este me comentó
emocionado: «¿Sabes, hermana? La sensibilidad por el tema de la misión que yo
tengo nació de dos experiencias de mi infancia: en primer lugar, los
testimonios de los misioneros que venían a nuestro colegio; y, en segundo
lugar, de salir el día del Domund con las huchas a hacer la colecta».
La conclusión es obvia. Tenemos que volver a sacar las huchas a la calle, no solo por el empujón que le puede dar a la colecta, sino sobre todo porque, con la excusa de las huchas, hacemos visible todo el amor y la entrega de nuestros misioneros, y realizamos, de una forma sencilla y festiva, un importante servicio a la animación misionera.
Hermana Beatriz Liaño
Secretaria Delegación de Misiones de Alcalá de Henares