Almudena López nos deja su testimomio de #VeranoMisión en Ecuador. Una gran experiencia que ella nos relata con entusiasmo y el deseo de que la labor misionera no decaiga.
Experiencia misionera..........en Ecuador
Por segundo año consecutivo, D.
Juan Antonio, nuestro obispo, nos envió a algunas personas a realizar una corta
experiencia misionera durante los meses de verano.
Bangladesh, República Dominicana,
Perú y Ecuador fueron nuestros destinos. ¡Casi damos casi dan la vuelta al
mundo incitados por un gran ardor apostólico!
Los enviados a Ecuador fuimos una
arquitecta, una maestra y dos seminaristas.
El destino elegido… Playa Prieta,
Chone y el Puyo. Tres lugares distintos de Ecuador, tres realidades diversas
que nos han abierto la mente y el corazón para el encuentro con Cristo.
Playa Prieta
Una comunidad de religiosas, las Siervas del Hogar de la Madre, nos
acogen y nos invitan a participar de sus actividades pastorales: la parroquia y
una escuela. Una zona sin recursos; gente sencilla, sin una formación académica
equiparable a la nuestra; necesidades espirituales… ¿qué hacer?
Evitar las inundaciones
canalizando el agua y cavando zanjas; formar a los profesores dando seminarios
sobre discapacidad e integración; visitar a las familias, repartir comida, dar
catequesis, jugar al fútbol y ser testigo de fidelidad y castidad por amor a
Jesucristo.
Chone
Una experiencia diferente; los
sacerdotes diocesanos acogen a nuestros seminaristas y les muestran su realidad
pastoral: dificultades para llegar a todos los lugares, sobrecarga de trabajo,
falta de formación en los seminarios ¡y un amor muy grande que les hace donarse
cada día!
El Puyo
Zona norte de la selva amazónica:
indígenas, culebras y tarántulas. 67 comunidades para un solo sacerdote, un
laico y dos consagradas. Distancias de más de cinco horas caminando entre unos
lugares y otros, inaccesibles de otro modo. Fango, lodo y ríos… para llegar a
pequeñas comunidades de 20 familias, 30 a lo sumo. Cabañas de madera, elevadas
para evitar los bichos y sus picaduras; agua del río (sin canalizar y sin
potabilizar), sin luz y sin letrinas… ¡el sueño de un boyscout europeo!
Y en lo más profundo de la selva…
¡personas! Personas sedientas de Dios, con necesidad de que se reconozca su
dignidad y sus derechos, con ganas de amar y ser amadas, en busca de una
esperanza definitiva.
La respuesta se hace esperar, el
misionero, el padre Pedro, no siempre puede visitarles. Las comunidades más
afortunadas tienen la Eucaristía una vez a la semana, pero las más alejadas una
o dos veces al mes. Incluso las hay que ninguna, porque aún no las ha podido
visitar y no conocen el amor misericordioso de Dios.
Nuestra labor ha sido puntual:
fortalecer la fe de estas personas con nuestro testimonio, nuestras catequesis
y nuestras manos. Ideando proyectos para el futuro: la canalización del agua
para un lavadero, la construcción de una capilla donde poder orar en comunidad,
apoyar la instrucción de los catequistas… ¡y rezar! Rezar mucho por ellos y por
toda la labor que queda pendiente. Rezar para que Dios mande operarios a su
mies y haya respuestas generosas.
Como diócesis nuestra misión no
ha concluido ¡al contrario! No ha hecho más que comenzar. Ahora nos vemos en la
obligación de compartirlo con todos, de abrirlo a otros para que esta labor no
decaiga, para que en conjunto y como diócesis construyamos el Reino de Dios,
aquí y allí, porque solo el que da recibe ¡y nosotros somos testigos de ello!
Nuestra vida no es la misma, el paso por Ecuador nos ha marcado, nos ha hecho
más hermanos, nos ha unido más a Cristo y a su Iglesia.
Almudena López