"Si quieres hacer reír a Dios,cuéntale tus planes", con estas palabras tan hermosas de la película Bella empieza José Javier el testimonio de su experiencia corta de Misión el pasado verano en Ecuador.
“Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Así
comenzaba la película de Bella, y así comenzó la aventura de ir de misiones a
América. El formador del seminario nos propuso a dos seminaristas hacer una
experiencia de misión en Ecuador, algo que ninguno de los dos podríamos
imaginarnos. La aventura comenzó con los preparativos, reuniones, vacunas,
mochilas, envío de nuestro obispo, hasta que al fin nos embarcamos junto con
dos personas más a esta experiencia en Latinoamérica. Era la primera vez que
iba de misión, sin saber muy bien qué era lo que teníamos que hacer y decir
allí, cómo nos recibirían y si estábamos o no a la altura de esta misión que nos
encomendaba la Iglesia. Pero el Señor hace las cosas muy bien y bendice sus
obras capacitando a los que envía.
Nuestra misión tuvo lugar en tres lugares distinto, siendo
el tercero el más especial. En primer lugar estuvimos en un colegio en Playa
prieta, el cual llevaban unas religiosas. Estuvimos hospedados durante diez
días allí, ayudando con las clases de religión y contando qué hacíamos en su
país, intentando ser testimonio de lo que Dios ha hecho en nosotros y de la
alegría que el Papa Francisco tanto les insistió en la visita que tuvo a
Ecuador un mes antes de que llegáramos. También, visitamos muchas de las casas
del pueblo donde estábamos, llevándoles alimentos, la Comunión, visitando a los
enfermos, y evangelizando las casas mediante el Sagrado Corazón.
Finalmente viajamos al otro lado de Ecuador, a una diócesis
que está ya en el Amazonas: el Puyo. Fue la experiencia más gratificante, ya
que pudimos entrar en comunidades indígenas shuar, tras muchas horas de
caminata por la selva. El haber podido estar unos días con la comunidad,
comiendo y jugando con ellos, participando de sus actividades, y lo que es más
importante: llevándoles a Jesús. Celebramos con ellos la Eucaristía, rezamos el
rosario, tuvimos catequesis, hicimos un viacrucis con madera, etc. La alegría
con la que fuimos recibidos es algo impagable. Fue algo increíble poder estar
con el P. Pedro, sacerdote diocesano que entrega cada día su vida por llevar el
evangelio a cada una de las comunidades indígenas que tiene a su cargo. Gran
ejemplo sacerdotal.
Doy gracias a Dios por esta experiencia de misión en
Ecuador, por tantas y tantas personas a las que pude conocer, por tantos
testimonios y encuentros. Ahora queda rezar por aquello que pudimos sembrar,
poniéndolo en las manos de Dios y con agradecimiento decir que “somos siervos
inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,10)
José Javier Alumbreros
López
Seminarista de Alcalá
de Henares