"Un gran regalo" es como titula la hermana Paqui el testimonio que nos hace llegar desde Chone (Ecuador)
El domingo, después de la misa había que ir a llevar la
comunión. La hna que debía hacerlo estaba enferma así que se me pidió a mí
sustituirla. Ya esto es un regalo, porque a mí es una de las cosas que más me
gustan de las que hacemos. Me parece un privilegio poder ser el instrumento a
través del cual el Señor llega a un alma, pero cuál no sería mi sorpresa cuando
veo que nos dirigimos a casa del Sr Juan. ¿Quién es el Sr. Juan?
Me remonto 4 años
atrás. Yo fui destinada a la comunidad de Chone y en esa primera semana nos
pidieron preparar para el bautismo a un joven de 25 años que estaba muriendo de
sida y pedía bautizarse. El día del bautizo, al salir de la casa, una vecina se
asomó a la puerta y nos pidió que pasásemos a visitar también a su suegro que estaba
delicado de salud. La visita no fue agradable precisamente. El Sr. Juan nos
recibió con mala cara y con palabras que no disimulaban su disgusto por nuestra
presencia allí. Era un hombre que había llevado una vida muy mala,
especialmente metido en la impureza. Se jactaba de haber tenido 99 mujeres y a
sus 85 años y enfermo era ese el tema que ocupaba su mente y conversaciones.
Cuando salimos de la casa teníamos el deseo de no volver
más, pero la impresión de que debíamos ir con frecuencia. Nos parecía evidente
que era un alma que nos encomendaba el Señor.
Pasó el tiempo y era puntual nuestra visita semanal a esa
casa. Durante las primeras semanas se repetía siempre la misma escena y
salíamos con la misma sensación, deseos de no volver y certeza de tener que seguir
haciéndolo
En una de las visitas, el Sr. Juan comenzó a decirnos obscenidades.
Esto ya fue el colmo! Enfadadas le dijimos: “!Basta ya! Nosotras no tenemos por
qué aguantar que ud nos diga esas groserías, ahora mismo se calla y comenzamos
a rezar!” Él dijo que no quería rezar, así que le contestamos: “Entonces
escuche, no responda si no quiere pero cállese mientras nosotras rezamos. Y no
vuelva a faltarnos el respeto de esa manera.”
Lo que podría haber sido nuestra última visita, se convirtió
en el comienzo del cambio Sr. Juan. Las semanas sucesivas, cuando llegábamos
rezábamos el rosario de la Divina Misericordia. El solo escuchaba, hasta que
una de las veces, llenas de alegría, nos dimos cuenta de que había comenzado a
contestar a las oraciones. ¡Qué alegría!, El Señor comenzaba a penetrar en su
corazón.
Si alguna semana faltábamos por alguna circunstancia, cuando
volvíamos a su casa nos recibía con gran alegría y preocupado por si estábamos
molestas por algo que había hecho.
Fue pasando el tiempo y le propusimos la confesión. Ante una
primera negativa, con la insistencia “a tiempo y a destiempo”, finalmente
decidió confesarse después de muchísimos, muchísimos años.
A partir de ahí comenzó una catequesis para recibir su primera
comunión. El Sr. Sr. Juan, recibió por primera vez al Señor estando yo en España.
Ahora, al mes de llegar aquí, el Señor me hace el regalo de
volver a esa casa. Esta vez encuentro al Sr. Juan en cama, “echo un saquito de huesos”
sin poder casi responder a las oraciones, pero me doy cuenta de que sigue con
atención cada una de las palabras y veo su deseo de recibir al Señor. Me
conmovía ver su mirada en el momento de decirle: “Este es el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo” Verdaderamente es el Cordero de Dios, es el
mismo Corazón de Dios, tan enamorado de este alma, que no reparó en nada hasta
que la ha recuperado.
¡Qué bueno es Dios! ¡Qué bueno es Dios! Solo me viene eso al
corazón cuando el Señor me permite ser testigo de su gran misericordia. La
misericordia que ha tenido con el Sr. Juan, la misericordia que ha tenido y
tiene conmigo, la misericordia que tiene con cada alma.
Que esperanza comprobar como el Señor espera “su momento”
con cada uno de nosotros. No podemos dar a nadie por perdido, aunque pensemos que
es imposible que el Señor toque ese corazón. Durante el tiempo que esté aquí no
podemos desconfiar de la misericordia y del poder del Señor, pero seamos
instrumentos de los que Él se pueda servir para llegar a ellas.
Hermana Paqui
Sierva del Hogar de la Madre