Pedro Opeka, misionero en Madagascar, «apóstol entre la basura», propuesto para el Nobel de la Paz
Recogemos en
el blog de la Delegación de Misiones de Alcalá de Henares este artículo de
Religión en Libertad. Y en el P. Pedro Opeka, rendimos homenaje a tantos y
tantos misioneros, igualmente merecedores como él de recibir tan destacado
galardón. A cada uno de ellos dirigimos las palabras de Juan Pablo II en la
Exhortación Apostólica Vita Consecrata: «Vivid plenamente vuestra entrega a Dios, para que no falte a
este mundo un rayo de la divina belleza que ilumine el camino de la existencia
humana»
(VC 109).
esloveno, miembro de la
congregación de la misión de San Vicente de Paúl, ha sido propuesto para el
Premio Nobel de la Paz por el primer ministro de Eslovenia, Janez Janša, como
reconocimiento a su ayuda "a las personas que viven en condiciones de vida
espantosas”, en particular en Madagascar, donde vive como misionero desde hace
tres décadas. El padre Opeka ha sido tras veces nominado al Premio Novel de la
Paz. Esta vez la propuesta viene del primer ministro esloveno.
Allí fundó en 1989 la asociación
humanitaria Akamasoa (“buen amigo”) en 1989 como un “movimiento de solidaridad
para ayudar a los más pobres de los pobres” que viven en los basureros.
Según informa Aciprensa, la
asociación ha proporcionado cuatro mil casas de material noble a personas y
familias sin hogar y ha ayudado a educar a trece mil niños y jóvenes desde su
creación.
Se da la circunstancia de que el
padre Opeka fue alumno del Papa en la facultad de Teología en el curso 1967-68.
Se fundieron en un sentido abrazo cuando Francisco viajó a la isla en
septiembre de 2019 y visitó la Ciudad de la Amistad, en las afueras de la
capital Antananarivo, construida sobre un antiguo vertedero. Por ese motivo
Opeka es también conocido como "el apóstol entre la basura".
Francisco elogió entonces "su testimonio profético y generador de
esperanza”.
Pedro Pablo Opeka nació en Buenos
Aires (Argentina) en 1948. Sus padres eran refugiados de Eslovenia que
emigraron tras el inicio del régimen comunista en Yugoslavia.
A los 18 años ingresó en el
seminario de su congregación y dos años más tarde viajó a Europa para estudiar
Filosofía en Eslovenia y Teología en Francia. Luego pasó dos años como
misionero en Madagascar. En 1975 fue ordenado sacerdote en la Basílica de Luján
y en 1976 regresó a Madagascar, donde permanece hasta el día de hoy.
Al ver la pobreza desesperada en
la ciudad capital de Antananarivo, especialmente en los vertederos de basura,
donde la gente vive en cajas de cartón y los niños compiten con los cerdos por
la comida, decidió hacer algo por los pobres.
Con ayuda enviada del extranjero
y el trabajo de la gente de Madagascar, fundó aldeas, escuelas, bancos de
alimentos, pequeños negocios e incluso un hospital para atender a los pobres a
través de la asociación Akamasoa.
Durante la pandemia de
coronavirus el padre Opeka ha trabajado para ayudar a las familias que han
acrecentado su pobreza como consecuencia de las medidas impuestas por las
autoridades por la pandemia de covid. “La situación es difícil para las
familias, para los pobres que tienen muchos hijos. No tenemos arroz. No tenemos
agua. Necesitamos agua y jabón”, dijo el sacerdote a Radio Vaticano en abril de
2020.