Providencia en Mozambique
Por P. Carlos Moratilla de Vargas. MozambiqueClérigos Regulares de Somasca. Somascos (C.R.S.)
Hoy, 15 de septiembre de 2021, recuerdo mi consagración como religioso hace treinta y dos años, en la pequeña aldea italiana de Somasca, cuna de nuestra congregación y de dónde le viene el nombre.
De esos treinta y dos años, algo más de doce los
he vivido en esta bendita («gloriosa» dice su himno nacional) tierra de
Mozambique, con muchas aventuras y desventuras a las espaldas. Fue un destino
que me vino sin pedirlo ni buscarlo y que me hizo, una vez más —como en
septiembre de 1988— «salir de mi tierra a una tierra que el Señor me mostraría»
y que tendría, y tengo, que seguir conociendo, y no solo geográficamente (que
es lo menos importante a mi juicio, no somos turistas) sino descubriendo la
llamada de Dios cada día, en cada acontecimiento, en cada situación.
Ha habido momentos especialmente complicados.
Quizá lo más llamativo, visto desde fuera, podría ser el asalto sufrido a mano
armada, en el que no pudieron llevarse dinero, simplemente porque no teníamos.
O los cuatro meses sin compañía de otro compañero religioso en la obra. Han
sido situaciones vividas con bastante (quizá demasiada) serenidad, aunque para
muchos sea difícil de creer. Por otro lado, interiormente, ha habido momentos,
podría decir, más difíciles de enfrentar: incomprensiones, falta de ideas para
enfrentar situaciones, impotencia ante tantas circunstancias…
Quizá una de las lecciones que más he
aprendido, hasta casi grabarse a fuego —pues la misión no es solo enseñar y
anunciar nuestra fe, sino un lugar privilegiado para compartirla y aprender— ha
sido la presencia y la realidad de la Providencia divina, a través de situaciones
fáciles de experimentar cuando se vive en la periferia, y no solo física, de
una gran ciudad como es nuestro caso, sino al límite de recursos de todo tipo.
El refrán «Dios aprieta, pero nunca ahoga» lo he ido experimentando una y otra
vez. La Providencia no nos ha faltado nunca, a veces en lo referente a la
economía, a veces simplemente en las fuerzas físicas, morales, espirituales o
de cualquier tipo: institucionales, personales… Otras veces en el tiempo… Es en
la indigencia, del tipo que sea, que la persona se dirige con más insistencia a
Dios. Es en la debilidad cuando se manifiesta la fuerza de Cristo. Y si no que
se lo digan a S. Pablo.
Este año parece que va a ser un tanto
especial la vivencia del mes misionero. A falta de quince días, no sabemos si
van a permitir los cultos públicos, clausurados desde hace varios meses. Sí
seguimos con la catequesis interna y la Misas con los chavales del Lar (hogar)
y los seminaristas de casa. Un privilegio que quizá no valoramos lo suficiente.
Que santa Teresinha (como la llaman
cariñosamente aquí), que vivió recluida su ser misionera nos ayude a vivir y
anunciar el amor de Dios manifestado en Jesucristo y expresado en tantas obras
y actividades de la Iglesia.