La adoración eucarística estuvo presidida por el administrador apostólico de la diócesis complutense, Mons. D. Jesús Vidal Chamorro. Junto a él, y alrededor de Jesús Eucaristía, los consagrados de vida activa, tanto femenina como masculina, de la diócesis de Alcalá se reunieron para orar por las misiones y los misioneros, sabiendo que las religiosas de clausura de Alcalá también se unirían a nuestra oración. En el corazón de todos resonaba una petición: «Envía, Señor, trabajadores a tu mies» (Lc 10,2). En efecto, según los datos registrados en Obras Misionales Pontificias, los misioneros españoles ascienden a 10.382. Más del 80% de ellos pertenecen a la vida consagrada. Son muchos. España es el país del mundo con más misioneros todavía en activo. Pero la edad media de nuestros misioneros supera los 75 años. Son fieles, pero necesitan relevo. Por eso hay que suplicar: «Envía, Señor, trabajadores a tu mies».
La vigilia de oración giró en torno a la vocación de la beata Pauline Jaricot, fundadora de la «Obra de la Propagación de la Fe», asociación que puso en marcha ese movimiento de colaboración con las misiones que hoy conocemos como el Domund y que ha cumplido este año su segundo centenario de existencia.
El momento histórico vivido por Pauline no fue más fácil que el nuestro. En la Francia del siglo XIX, la Iglesia emergía de la grave persecución de la Revolución Francesa. Durante el período napoleónico (1804-1815), las Misiones Extranjeras de Paris solo pudieron enviar a Extremo Oriente dos misioneros. Pauline tenía solo diecinueve años, pero se descubrió «hecha para amar y obrar», y permitió al Espíritu Santo guiarla para la puesta en marcha de un verdadero movimiento misionero que, año tras año, continua danto preciosos frutos al servicio de la evangelización.Pauline Jaricot hizo vida eso que el Papa Francisco escribió en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de este año que «cada cristiano está llamado a ser misionero y testigo de Cristo». Y si eso se dice de cada cristiano, de un modo especial debemos vivirlo cada consagrado.
El momento histórico vivido por Pauline no fue más fácil que el nuestro. En la Francia del siglo XIX, la Iglesia emergía de la grave persecución de la Revolución Francesa. Durante el período napoleónico (1804-1815), las Misiones Extranjeras de Paris solo pudieron enviar a Extremo Oriente dos misioneros. Pauline tenía solo diecinueve años, pero se descubrió «hecha para amar y obrar», y permitió al Espíritu Santo guiarla para la puesta en marcha de un verdadero movimiento misionero que, año tras año, continua danto preciosos frutos al servicio de la evangelización.Pauline Jaricot hizo vida eso que el Papa Francisco escribió en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de este año que «cada cristiano está llamado a ser misionero y testigo de Cristo». Y si eso se dice de cada cristiano, de un modo especial debemos vivirlo cada consagrado.
La animación musical corrió a cargo de la Fraternidad Misionera Verbum Dei |