viernes, 22 de septiembre de 2017

EXPERIENCIA MISIONERA DE MYRIAM

La experiencia misionera de este verano cambió la vida de Myriam, humana y espiritualmente



Myriam nos habla, desde el corazón, de su experiencia este verano en Ecuador, de cómo su vida ha dado un giro enorme y ahora, ya de regreso en Alcalá, toca reflexionar y ponerse manos a la obra con su "misión" aquí, en su entorno más cercano.

"Para mí el tema de las misiones siempre ha sido algo que he tenido en mente, algo que “cuando fuese mayor debería probar”. Pero no fue hasta este mismo verano que el Señor puso en mi corazón el deseo de dejarlo todo y embarcarme en una aventura con Él como capitán.
La verdad es que ha sido una experiencia inolvidable. Para mí ha significado muchísimo, ha sido un punto de inflexión más que necesario en mi vida pues, antes de ir, yo me consideraba una chica feliz. Tenía buenos amigos, una familia que me quería, un novio estupendo, en los estudios me iba bien y mi círculo social era bastante amplio. Imagínense el choque mental que sufrí  cuando, después de unos días misionando por Ecuador, descubrí que en Alcalá no era tan feliz como pensaba, que tan sólo me limitaba a sobrevivir cómodamente, a tener una serie de cosas o vivencias que me permitían estar bien, alegre, satisfecha, pero no feliz. Y no fue hasta que me encontré en Ecuador, rodeada de todos esos niños y ancianos que visitamos, que tuve la suerte de encontrarme conmigo misma, de sentir cómo un corazón que antes sólo sabía latir ahora se estremecía dentro de mí desbordado por un amor y una felicidad que nunca antes había experimentado. Me sentía útil para los demás, completa, con la seguridad de que lo que estaba haciendo era lo que Él quería para mí, y sinceramente creo que no hay mayor felicidad que la que se alcanza al recorrer el camino con el que Dios ha soñado para ti.
¿Que si han cambiado cosas en mí?
Sinceramente creo que ni tanto yo como las otras 9 chicas con las que compartí el viaje somos las mismas chicas de antes.
La misión me ha ayudado a salir de mí completamente, a darme a los demás y ser capaz de ver en ellos el rostro de Dios. También me ha hecho ser consciente de  todo lo que tenemos aquí y de lo poco que lo valoramos, de qué es realmente un problema y qué sólo tonterías con las que decidimos complicarnos un poco la vida.

Espiritualmente me ha servido muchísimo. Si algo saco en claro de todo el viaje es que Dios jamás se olvida de nosotros, que está ahí para y por cada uno de nosotros esperando ansioso a que agarremos su mano para poder salvarnos y que siempre siempre podremos encontrarlo en lo más pequeño, en lo humilde, entre los más sencillos. Esto me resulta aparte de bonito extremadamente esperanzador, sobre todo en los tiempos que vivimos.
Otra cosa que me asombró fue la felicidad de los niños de allí. Sus risas eran diferentes a las de aquí, eran capaces de disfrutar de la vida, del día a día a pesar de lo poco que tenían… y eso me descubrió que éramos nosotros, los que rodeados de miles de lujos y comodidades, éramos los verdaderamente pobres por dentro.
Ahora que estoy de nuevo en mi ciudad y después de haber reflexionado acerca de todas las experiencias y gracias recibidas a lo largo del viaje no es que quiera, sino que tengo la necesidad de continuar la misión que comencé en Ecuador pero aquí, en mi entorno, con mi familia, amigos y conocidos. ¡Así que manos a la obra, aún hay mucho por hacer!"