La experiencia misionera de este verano cambió la vida de Myriam, humana y espiritualmente
Myriam nos habla, desde el corazón, de su experiencia este verano en Ecuador, de cómo su vida ha dado un giro enorme y ahora, ya de regreso en Alcalá, toca reflexionar y ponerse manos a la obra con su "misión" aquí, en su entorno más cercano.
"Para mí el tema de las misiones siempre ha sido algo que he
tenido en mente, algo que “cuando fuese mayor debería probar”. Pero no fue
hasta este mismo verano que el Señor puso en mi corazón el deseo de dejarlo
todo y embarcarme en una aventura con Él como capitán.
La verdad es que ha sido una experiencia inolvidable. Para
mí ha significado muchísimo, ha sido un punto de inflexión más que necesario en
mi vida pues, antes de ir, yo me consideraba una chica feliz. Tenía buenos
amigos, una familia que me quería, un novio estupendo, en los estudios me iba
bien y mi círculo social era bastante amplio. Imagínense el choque mental que
sufrí cuando, después de unos días
misionando por Ecuador, descubrí que en Alcalá no era tan feliz como pensaba,
que tan sólo me limitaba a sobrevivir cómodamente, a tener una serie de cosas o
vivencias que me permitían estar bien, alegre, satisfecha, pero no feliz. Y no
fue hasta que me encontré en Ecuador, rodeada de todos esos niños y ancianos
que visitamos, que tuve la suerte de encontrarme conmigo misma, de sentir cómo
un corazón que antes sólo sabía latir ahora se estremecía dentro de mí
desbordado por un amor y una felicidad que nunca antes había experimentado. Me
sentía útil para los demás, completa, con la seguridad de que lo que estaba
haciendo era lo que Él quería para mí, y sinceramente creo que no hay mayor
felicidad que la que se alcanza al recorrer el camino con el que Dios ha soñado
para ti.
¿Que si han cambiado cosas en mí?
Sinceramente
creo que ni tanto yo como las otras 9 chicas con las que compartí el viaje
somos las mismas chicas de antes.
La misión me
ha ayudado a salir de mí completamente, a darme a los demás y ser capaz de ver
en ellos el rostro de Dios. También me ha hecho ser consciente de todo lo que tenemos aquí y de lo poco que lo
valoramos, de qué es realmente un problema y qué sólo tonterías con las que
decidimos complicarnos un poco la vida.
Espiritualmente me ha servido muchísimo. Si algo saco en
claro de todo el viaje es que Dios jamás se olvida de nosotros, que está ahí
para y por cada uno de nosotros esperando ansioso a que agarremos su mano para poder
salvarnos y que siempre siempre podremos encontrarlo en lo más pequeño, en lo
humilde, entre los más sencillos. Esto me resulta aparte de bonito extremadamente
esperanzador, sobre todo en los tiempos que vivimos.
Otra cosa que me asombró fue la felicidad de los niños de
allí. Sus risas eran diferentes a las de aquí, eran capaces de disfrutar de la
vida, del día a día a pesar de lo poco que tenían… y eso me descubrió que éramos
nosotros, los que rodeados de miles de lujos y comodidades, éramos los
verdaderamente pobres por dentro.
Ahora que estoy de nuevo en mi ciudad y después de haber
reflexionado acerca de todas las experiencias y gracias recibidas a lo largo
del viaje no es que quiera, sino que tengo la necesidad de continuar la misión
que comencé en Ecuador pero aquí, en mi entorno, con mi familia, amigos y
conocidos. ¡Así que manos a la obra, aún hay mucho por hacer!"