En su testimonio, Beatriz anima a todos los jóvenes a tener una experiencia misionera
Me llamo Beatriz Fra Amores,
tengo 18 años y soy de la Diócesis de Alcalá de Henares. He tenido el inmenso
regalo de haber podido participar dos años consecutivos en un viaje misionero a
Ecuador.
Para mí la Misión es una dosis de
Misericordia; pues el Señor me lleva allí para hablarme, para caer en la cuenta
de que le necesito y de que no soy nada sin Él, y de sencillez; pues allí sin
tus comodidades, tus facilidades de vida descubres que lo verdaderamente
importante es amar a Dios y reflejar su amor por las almas. Y esto es lo que yo
vivo, o intento vivir con Su ayuda, en la Misión.
Pasamos un poco más de 20 días en
los que lo único que importa es cumplir dócilmente la voluntad de Dios e ir
allí donde Él nos lleve; ya sea a una familia, a un colegio, a un encuentro de
jóvenes, o a comunidades en la selva. Vas descubriendo con el paso de los días
que necesitas la fuerza de la Eucaristía y el descanso de la Oración, que no es
tan importante las ayudas materiales que puedas ofrecer sino llevarles el Amor
de Dios que lo puede todo. Que por mucho que te esfuerces en ser generosa,
buena y agradable solo lo serás si te dejas hacer por el Señor y pones todo tu
ser a su servicio. Esto te enseña y te
ayuda a vivirlo bien para que cuando vuelvas a tu casa, al sitio que Dios ha
pensado para ti, puedas vivirlo con la misma sencillez y alegría que en el
lugar de la misión, entregándote del todo al Señor y no solo con ‘las migajas’.
Por eso nos gusta llamar a la Misión ‘la Escuela de Dios’ porque en cada acto,
palabra, situación… el Señor te guía, te enseña y te ayuda a cumplir lo que Él
quiere, aprendiendo a mejor amarle y servirle. Es una maravilla comprobar como
en la sencillez en la que la gente vive allí, el Señor se muestra tan
fácilmente y nos acompaña en todo momento, mirando a cada uno de los que allí
sufren con inmenso amor e inmensa misericordia.
Por eso animo a todos a tener una
experiencia misionera y, por supuesto a hacer de su vida una Misión, a
abandonarse del todo en Dios y dejarse hacer por Él, porque el Señor nunca se
deja ganar en generosidad.